En 1263, un sacerdote experimentó un milagro durante la Misa, donde el pan se transformó en carne, fortaleciendo la fe en la Eucaristía.
Este milagro contribuyó a consolidar la devoción hacia la Eucaristía, un sacramento central de la fe cristiana.
El evento fue un factor clave para la proclamación de la festividad del Corpus Christi, celebrando la presencia real de Cristo en la Eucaristía.