En 2006, una hostia consagrada en Tixtla comenzó a sangrar, lo que sorprendió a muchos fieles católicos.
Este milagro se convirtió en un punto de interés, generando una profunda devoción entre los creyentes locales.
El acontecimiento provocó un renacer de la fe y la espiritualidad en la comunidad de Tixtla y más allá.